Mis hermanas
y mis hermanos que me gustaría reflexionar ustedes sobre este mensaje acerca de
la necesidad que nosotros tenemos que perdonar a nuestros ofensores para que
podamos recibir el perdón de Dios. Quien nos dijo fue Jesús en el sermón de la
montaña cuando sus discípulos le pidieron para enseñarles a orar como Juan
había enseñado a sus discípulos. Jesús entonces les enseña la oración del Padre
Nuestro que empieza en el versículo 9. Al final Jesús dice: Si perdonas a tus
enemigos tú padre celestial te perdona. Si no perdonas a tus enemigos tu padre
celestial también no te perdonará.
Hay muchas
personas que están sufriendo. Hay una enfermedad en sus mentes, en sus almas,
pero no saben por qué están sufriendo. Saben que algo está mal. ¿Pero qué?
¿Dónde está el problema? El problema está en la tristeza, en odio consumado y
detenidos en el perdón que nunca fue lanzado al fuera. Desde el momento en que
liberan perdón sus vidas son transformadas por el poder de Dios y esta gente se
regenera. Sus vidas están llenas de alegría y paz y yo diría, llena de Dios.
Todos cometemos errores y daño, insultar a nuestro prójimo y hacemos muchas
veces sin saberlo. Pero ellos estaban heridos. Por lo tanto es necesario que
perdonar y recibir perdón también. Y es precisamente aquí, en reciprocidad,
este intercambio que Dios actúa en todos. En el perdón y perdonado. ¡Aleluya!
¿Tienes algo
contra alguien? ¿Dijo algo que le hizo sufrir? Bueno. Ahora es el momento de
empezar a liberar perdón. Olvídalo y empezar a vivir según la palabra de Dios
aquí en el sermón de la montaña. Amén.
Reverendo Jesué Francisco da Silva.
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